En
un bosque lejano y oculto vivían muchos animales, era como un paraíso; pero un día
llego una gran tormenta y arrasó con todo, muchos de los animales que allí
habitaban murieron y otros perdieron sus hogares, tristes y desolados buscando
que comer y donde refugiarse.
Cada
uno fue encontrando un lugar donde hacer sus casitas, pasaron los días y fueron
escaseándose los pocos alimentos que habían quedado.
Pepe
el conejo por la frustración de haber perdido a su familia, optó por sobrevivir
sólo y construyo una huerta con muchas hortalizas.
Una
tarde doña tortuga con el señor burro salieron a pasear por los alrededores
para ver si encontraban algo que comer y al pasar por la morada de pepe, doña
tortuga dice: - señor burro que coles y zanahorias tan grandes y hermosas estoy
viendo; el señor burro contesta: - ¿Quién vivirá allí?, ¿Quién lo habrá
cultivado? Doña tortuga exclama: - lleguemos y preguntemos. Toc- toc suena la puerta y don Pepe
abre diciendo: - ¡que hacen en mi territorio!; el señor burro responde: - todos
los animales del bosque hemos pasado días sin comer y al ver su huerta pensamos
que usted nos podría regalar un poco de su comida, tan solo para nuestros
hijos. Pepe con su corazón endurecido dijo: - ¡NO! Yo he cultivado para mí y
ustedes solo quieren acabar con mi huerta, váyanse y no vuelvan más.
Doña
tortuga y don burro inclinaron su cabeza y se marcharon tristes y llorando.
Pepe al verlos partir miro su huerta con gran comida cultivada y fresca, pensó
en su familia y si ellos estuviesen pasando por la misma situación, sus ojos se
inundaron de lágrimas y con una gran voz dijo: - ¡amigos, amigos!
Vuelvan por favor, disculpen mi actitud, pasen y tomen todo lo necesario.
Doña
tortuga sorprendida, se llena de felicidad y llamo a sus hijitos, don burro se hartó
con muchas hortalizas. Pasaron los días y Pepe junto con doña tortuga, don
burro y demás animales construyeron una huerta gigante, compartían entre todos y vivieron felices
como una gran familia.
Moraleja:
A
pesar de la GRAN TORMENTA que se pueda presentar en nuestras vidas siempre
debemos tener en disposición nuestra
ayuda y compartir con las demás
personas, saber reconocer nuestros errores y tener la madurez de pedir
disculpas.
Autoras:
Emerith
Payares Cárdenas
Sindy
Mercado Villadiego
I
semestre pedagógico, grupo N° 2
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