En
una gran ciudad llena de casas y tiendas donde vivían Miguel y su padre .Un
día, el papá de Miguel le dijo que tenía que irse una temporada a un lejano
país por motivos de trabajo.
Hijo
no tengo más remedio que llevarte a Bosque
florido con el abuelo Nicolás, ¡No quiero dejar mi casa!,
respondió Miguel- ¿Con quién jugaré en
el campo? ¡Con el abuelo no, seguro, porque anda tan lento como una tortuga!
No
exageres, te lo pasaras bien con él, además dicen que Bosque florido está encantado
-le dijo su papá-, pero nadie ha descubierto su secreto.
¿Un
secreto en el bosque? -bostezó Miguel, ¡Ah, tonterías!
Al
día siguiente Miguel y su papá partieron hacía el pueblo, llegando en la tarde
donde su abuelo, los recibió con una gran sonrisas al saber que su nietecito
iba a quedarse una temporada con él. Sin embargo Miguel no sonreía. Pensaba con
nostalgia en las luces y en las tiendas de su ciudad. Lleno de tristeza, Miguel
abrazó a su papá y se despidió de él.
Los días pasaban. El abuelo era muy bueno, pero Miguel se sentía cada vez más solo. Mientras el abuelo le contaba siempre las mismas historias sobre los animales del bosque, Miguel pensaba en sus amigos de la ciudad, que estarían jugando a la pelota sin él.
Los días pasaban. El abuelo era muy bueno, pero Miguel se sentía cada vez más solo. Mientras el abuelo le contaba siempre las mismas historias sobre los animales del bosque, Miguel pensaba en sus amigos de la ciudad, que estarían jugando a la pelota sin él.
Una
tarde, cuando estaba asomado a la ventana, Miguel vio pasar una nube de
mariposas de colores. ¡Quizás pueda jugar con ellas!, pensó. Y salió corriendo
de la casa para seguir a aquellas maripositas que volaban libres. Las mariposas
se alejaron en todas direcciones. Entonces Miguel se dio cuenta de que estaba
muy lejos de casa, en el bosque desconocido.
Mariposas,
maripositas, ¿cómo puedo volver a casa? -empezó a gritar Miguel.
No
lo sabemos, ¡hemos nacido hace tres días! -respondieron las mariposas.
Miguel
se quedó solo en medio de un gran silencio.
¿Podrías
indicarme el camino para salir del bosque? -le preguntó a un puercoespín.
No,
soy demasiado pequeño para saberlo. Tal vez el búho pueda ayudarte.
Sin
embargo, le indicó cómo llegar a la casa de un búho muy viejo y sabio que
podría ayudarle. El sol se había escondido y el bosque empezaba a llenarse de
mil ruidos desconocidos, pero Miguel se armó de valor y emprendió la búsqueda
del viejo búho. Caminando, caminando, llegó a la vieja casa donde el viejo búho
dormía.
¿Quién
molesta mi sueño? -preguntó el búho cuando oyó llegar a Miguel; después abrió
sus grandes ojos amarillos y se sacudió las plumas.
Perdona,
me he perdido y ahora no sé cuál es el camino para salir del bosque. Respondió
Miguel.
Uhm,
han pasado muchos años por mis plumas, pero no los suficientes para conocer
todos los senderos del bosque. Sólo la tortuga más vieja de Bosque florido conoce todos
los caminos… Tendrás que buscarla tú mismo, porque nadie sabe dónde está.
Ya
era de noche y Miguel se sentía cada vez más solo y más triste. Comenzó a
pensar en todos los secretos de Bosque
florido que su abuelo le había contado mientras él pensaba
en otra cosa. Pero no recordaba nada y, además, empezaba a tener un poco de
miedo. Desconsolado, se sentó sobre una gran piedra y se puso a llorar.
¿Quién
está mojando mi concha? -Susurró una voz cansada.
Sorprendido,
Miguel dio un salto, miró a su alrededor y se dio cuenta de que se había
sentado precisamente en la concha de una enorme tortuga. Era tan vieja y tenía
tantas arrugas que Miguel supo que había encontrado la que buscaba. Entonces se
tragó sus lágrimas y le contó toda su historia .La tortuga le escuchó en
silencio y luego le dijo:
Como
creo que ya te has dado cuenta de que el bosque no es un lugar para jugar,
monta sobre mi espalda y trataré de llevarte al sendero correcto.
Agarrado
a la dura concha de la vieja tortuga, Miguel se sentía seguro en la oscuridad
de la noche. Al llegar a cierto lugar, la tortuga se detuvo.
Pues
bájate dijo, el bosque termina aquí.
Pero
¿cómo encontraré mi casa? -preguntó Miguel asustado.
Hay
un hombre más viejo y más sabio que yo, que conoce todos los caminos, dentro y
fuera de Bosque florido. Búscalo.
Dicho
esto, la tortuga desapareció. Miguel se acurrucó en el suelo, desconsolado, sin
darse cuenta de que una lucecita se acercaba en la noche.
Era el abuelo Nicolás, que había salido a buscarlo con su linterna. ¡Él es el hombre más sabio del bosque!, pensó Miguel mientras corrí al encuentro de su abuelo. El viejo y el niño se dieron un abrazo muy, muy fuerte durante mucho rato. Bajo la paciente guía del abuelo, Miguel aprendió a conocer Bosque florido y a todos sus habitantes.
Había comprendido ya que el bosque no tenía secretos para el abuelo Nicolás.
Era el abuelo Nicolás, que había salido a buscarlo con su linterna. ¡Él es el hombre más sabio del bosque!, pensó Miguel mientras corrí al encuentro de su abuelo. El viejo y el niño se dieron un abrazo muy, muy fuerte durante mucho rato. Bajo la paciente guía del abuelo, Miguel aprendió a conocer Bosque florido y a todos sus habitantes.
Había comprendido ya que el bosque no tenía secretos para el abuelo Nicolás.
YULY RUIZ ARCIA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario