No leemos a los grandes clásicos solo por aprender. Leemos por placer; adoramos
meternos en la piel de personajes indisciplinados e inconformistas que sufren y
lloran porque es lo que nosotros mismos somos al fin y al cabo; terminamos
identificándonos con ellos y haciendo nuestra su experiencia.
Buscamos la crítica, el análisis, meternos en
otras identidades y darles la mano a personajes que a veces odiamos y a veces
amamos y respetamos, pero que siempre despiertan de cualquier manera nuestra
curiosidad lo suficiente como para tenernos horas sentados en una misma posición
estoicamente inalterable. Pero, ¿quién dijo que ser crítico es bueno? ¿Lo bueno
no es aprender a conformarse, vivir de forma sencilla y simple, dejándonos
llevar por las circunstancias, sin difíciles debates morales ni grandes
conflictos existenciales que persiguen al hombre desde el primero de ellos? ¿Por
qué perseguimos la infelicidad?
Irene C.
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